¿Fue Tolkien racista? Análisis desde su obra, cartas y contexto

En los últimos años, la obra de J.R.R. Tolkien ha sido reexaminada a la luz de debates contemporáneos sobre raza y representación. Preguntas como “¿Fue Tolkien racista?” o “¿Sus personajes reflejan estereotipos coloniales?” emergen con fuerza, especialmente cuando se confrontan ciertas descripciones físicas de sus criaturas con lecturas modernas de sensibilidad racial.
Este artículo busca ofrecer un análisis riguroso, honesto y contextualizado sobre estas acusaciones, partiendo no solo de sus novelas, sino también de sus cartas, ensayos y comentarios de especialistas como Michael Martinez, Tom Shippey y Holly Ordway.
1. Los orcos y los estereotipos: el punto de partida más citado
Uno de los argumentos más recurrentes se refiere a la descripción de los orcos en El Señor de los Anillos. Tolkien los describe como "de rostros achaparrados, piel oscura, y crueles por naturaleza".
Para algunos, esta representación parece replicar estereotipos raciales eurocéntricos. Sin embargo, Holly Ordway recuerda que Tolkien consideraba a los orcos como una parodia de los Elfos, creados por Morgoth en una imitación corrupta de la belleza original².
Además, Michael Martinez argumenta que las descripciones físicas de los orcos no se refieren a ningún grupo humano específico, sino que derivan de una tradición literaria medieval que equipara lo monstruoso con lo moralmente depravado. En sus palabras: "Tolkien utilizó el lenguaje de la fealdad moral para caracterizar a los orcos, no el lenguaje de la inferioridad racial"⁵.
Es relevante señalar que el propio Tolkien expresó dudas sobre la naturaleza completamente malvada de los orcos. En una carta de 1954, comenta:
“No encuentro satisfactorio el tratamiento de los orcos. Son conscientes y algunos tienen lenguaje y cultura, pero no se menciona ningún bien en ellos, lo que es teológicamente difícil de sostener” (Carta 153)¹.
Esta autocrítica muestra que Tolkien mismo reflexionaba sobre las implicaciones morales y ontológicas de sus creaciones.
Esta preocupación se refleja también en los escritos inacabados reunidos en Morgoth's Ring, donde Tolkien intenta resolver la paradoja de los orcos: si tienen voluntad y conciencia, ¿pueden ser completamente malvados por naturaleza? ¿Qué papel tiene la corrupción espiritual en su creación?
Estas preguntas muestran a un autor teológicamente comprometido, no un ideólogo de razas.
Además, es interesante observar que Tolkien evitó asociar el mal con una única forma física o cultural. Aunque Sauron es el gran antagonista, su aspecto cambia, su poder corrompe a diversas razas, y sus seguidores vienen de orígenes diversos.
El mal en su obra no es un “otro” racializado, sino un riesgo universal.
2. El contexto personal y político de Tolkien
Tolkien no fue un autor ajeno a los debates políticos de su tiempo. En 1938, al recibir una solicitud de sus editores alemanes para declarar si tenía "origen ario", Tolkien respondió con indignación:
"Lamento no tener antepasados judíos... pero si tuviera alguno, sería orgulloso de exhibir ese hecho"¹.
Estas palabras no son las de un hombre que abrace ideologías racistas. Más bien, revelan a un católico profundamente ofendido por el antisemitismo del régimen nazi.
Holly Ordway señala que la fe de Tolkien le dio una visión intrínsecamente antirracista del mundo, donde todos los seres humanos son hijos de Dios y comparten una dignidad ontológica inalienable².
Tolkien también expresó su preocupación por el imperialismo británico. En una carta a su hijo Christopher, durante la Segunda Guerra Mundial, critica la retórica nacionalista:
“El lenguaje que usan muchos ingleses sobre los alemanes no es muy diferente del de los nazis” (Carta 81)¹.
Incluso en sus obras más tempranas, como El Hobbit, se observa una visión de mundo donde la cooperación entre pueblos distintos es necesaria para vencer el mal.
La alianza entre enanos, elfos y hombres en la Batalla de los Cinco Ejércitos no es simplemente estratégica, sino una alegoría de reconciliación y reconocimiento mutuo. La noción de unidad en la diversidad, tan cara a Tolkien, es una constante en su legendarium.
Además, Tolkien expresó en varias ocasiones su desagrado hacia la modernidad industrial y la destrucción cultural, lo que lo acerca más a una postura de conservación de la diversidad que a un afán de jerarquización cultural o racial.
Su trabajo en la Universidad de Leeds y luego en Oxford también refleja una actitud abierta al conocimiento como bien universal, no limitado a una élite racial o nacional. Apreciaba la herencia literaria europea en su conjunto, incluyendo las tradiciones germánicas, celtas, románicas y eslavas.
3. La complejidad moral de las razas en la Tierra Media
Lejos de simplificar a sus razas en "buenos y malos", Tolkien dotó de complejidad moral a casi todos los pueblos de la Tierra Media. Los Hombres del Este y del Sur, aliados de Sauron, no son inherentemente malvados. En Las Dos Torres, Sam reflexiona al ver caer a un soldado haradrim:
"Se preguntó qué clase de vida llevaría, si era realmente malvado de corazón, o si no tendría otra elección que venir aquí y luchar"⁷.
Este momento es crucial: revela la intención del autor de humanizar incluso a los enemigos. Tom Shippey comenta que "en los lugares donde menos lo esperas, Tolkien introduce dudas morales, zonas grises y empatía"³.
En El Silmarillion, los Elfos de los pueblos Noldor cometen actos terribles (como las matanzas entre hermanos en Alqualondë), y aun así no son presentados como malvados por naturaleza. La idea de que el mal surge de elecciones y caídas individuales, y no de características raciales o culturales, es central en el pensamiento de Tolkien.
La figura de Gollum, a su vez, representa esta tensión moral. No es una criatura de una raza diferente, sino un hobbit corrompido. Frodo insiste en que merece compasión, no destrucción, porque “no lo eligió así”.
El mal, en Tolkien, es una tragedia personal y espiritual, no una marca étnica ni biológica.
El propio Frodo, al final de su viaje, es incapaz de resistir el poder del Anillo. Esto subraya un principio profundo: nadie está totalmente libre del mal, y nadie está totalmente predestinado a él. Es la libertad humana la que determina el destino, no la herencia racial.
Además, Tolkien insiste en que la redención también es posible para todos. Boromir, aunque cae en la tentación, muere protegiendo a los hobbits. Faramir, en cambio, muestra un corazón sabio y compasivo, más allá de la gloria militar. En esta visión, las verdaderas cualidades morales no se heredan, se eligen.
4. Cartas y pensamientos sobre el racismo
Las Cartas de Tolkien ofrecen abundantes muestras de su rechazo al racismo. En una de ellas, dirigida a su hijo Christopher, escribe:
"La más grande de las locuras de nuestro tiempo es la glorificación de la raza, nacionalidad o grupo… No hay razas puestas por Dios por encima de otras"¹.
En otra carta (Carta 294), Tolkien elogia la diversidad de la humanidad: “Las lenguas humanas, como los hombres mismos, son un don de Dios, y su pluralidad es parte de su belleza”.
También deja claro en varias ocasiones su aprecio por otras culturas: elogiaba la belleza de las lenguas galesa y finlandesa, y mostró admiración por la poesía anglosajona, nórdica y eslava. Esta apertura cultural desmiente cualquier idea de supremacismo racial. Su amor por las lenguas y culturas era universalista.
Su oposición al racismo no era meramente intelectual. En su vida cotidiana y relaciones personales, Tolkien fue amistoso y respetuoso con personas de otros orígenes. Su amistad con el padre Francis Xavier Morgan, sacerdote de ascendencia española y probable ascendencia africana, quien fue su tutor tras la muerte de su madre, también refuerza este aspecto vivencial de su pensamiento inclusivo.
Incluso en su propia familia, Tolkien educó a sus hijos en el aprecio por otras lenguas y pueblos, algo que se refleja en las cartas intercambiadas con Christopher desde Sudáfrica y luego durante la guerra. Su catolicismo era profundamente universalista, rechazando toda forma de exclusión racial o cultural.
5. Michael Martinez: desarmando el mito del Tolkien racista
Michael Martinez, una de las voces más constantes en defensa de Tolkien, ofrece varios artículos dedicados a desmentir acusaciones infundadas. En uno de ellos, argumenta que los orcos, lejos de representar a pueblos reales, son una construcción mitológica que sirve como espejo del mal interior del alma humana. También señala que el mal en Tolkien no tiene una razón étnica, sino ontológica.
Martinez también apunta que muchos de los que acusan a Tolkien de racismo desconocen su trasfondo filológico.
Tolkien usaba lenguas imaginarias para construir culturas. Como dijo en On Fairy-Stories, la creación de mundos fantásticos no es una huida de la realidad, sino una forma más profunda de comprenderla⁴.
En otro artículo, Martinez aborda la figura de Sauron y su rol como símbolo del totalitarismo, no del “otro” racial. Esto resalta que los enemigos en Tolkien representan una amenaza espiritual o moral, no una diferencia étnica.
Además, señala que el mundo de Tolkien, con su profunda herencia mitopoética, sigue estructuras simbólicas heredadas de la Biblia, la Edda, y otros textos fundacionales, donde el bien y el mal no se articulan en torno a categorías raciales modernas, sino a principios arquetípicos y éticos.
En esta tradición, el héroe es quien sirve con humildad, no quien domina por linaje.
6. La diversidad en los pueblos buenos
Entre los pueblos considerados "buenos" hay gran diversidad: los Enanos provienen de Aulë y no de Ilúvatar; los Hobbits tienen culturas diversas; los Hombres del Norte y de Gondor presentan tradiciones distintas.
Además, Galadriel proviene de un linaje de exiliados, y Aragorn ha vivido como errante entre pueblos diferentes. Los Valar, a su vez, presentan una pluralidad rica en temperamentos y propósitos.
La narrativa de Tolkien enfatiza que la nobleza y el heroísmo no son patrimonio exclusivo de una raza o nación. Personajes como Éowyn, Faramir, Sam o Beregond demuestran que el coraje, la compasión y el honor son virtudes accesibles a todos, sin importar su origen.
Incluso en Los Hijos de Húrin y otros relatos del legendarium más oscuro, los actos de grandeza o ruina surgen del carácter individual, no de la pertenencia étnica. Esta visión es profundamente contraria a cualquier doctrina racista.
La elección de Sam como verdadero héroe del Anillo, humilde jardinero y de un pueblo sin grandeza épica, es una poderosa afirmación de dignidad humana universal, que socava toda visión elitista o étnicamente jerarquizada.
También vale recordar que los orígenes de Gondor y Rohan no son puramente “occidentales” en términos modernos. Rohan surge de los pueblos del norte, que son culturalmente diferentes a los númenóreanos, y sin embargo son sus aliados y herederos. La colaboración entre culturas es constante y esencial.
7. El juicio del lector contemporáneo
Es comprensible que lectores actuales se pregunten por la representación racial en textos clásicos. Pero, como advierte Ordway, "no podemos juzgar a los autores del pasado sin entender su mundo, su lenguaje y sus intenciones"².
Peter Kreeft añade que la lucha central en Tolkien es moral y espiritual. La corrupción del Anillo no distingue entre Elfos, Hombres u Hobbits. El mal es una tentación universal.
En ese mismo sentido, Tom Shippey observa que la lucha de Frodo no es contra enemigos exteriores, sino contra la tentación interna. La corrupción del Anillo representa la posibilidad de que cualquier ser caiga, y por tanto, la responsabilidad moral individual.
Las lecturas críticas modernas pueden y deben señalar puntos ciegos, pero también es necesario apreciar el intento de Tolkien por retratar un mundo moralmente complejo, donde la verdadera división no es entre razas, sino entre quienes resisten el mal y quienes lo abrazan.
La interpretación superficial de que “los buenos son blancos y los malos oscuros” olvida la profundidad simbólica y espiritual del texto. La oscuridad en Tolkien no está ligada al color de piel, sino a la corrupción del alma.
Y lo luminoso no exime del pecado. Los errores de los elfos o de los númenóreanos lo prueban.
Cierre: más allá de las sombras
Tolkien no fue un racista, ni su obra puede reducirse a una lectura colonialista.
Su legendarium es una exploración profunda del bien, el mal, la caída y la redención. Leerlo con rigor es una forma de honrar esa complejidad.
Referencias
- The Letters of J.R.R. Tolkien, ed. Humphrey Carpenter, 1981
- Holly Ordway, Tolkien's Faith: A Spiritual Biography, Word on Fire Academic, 2023
- Tom Shippey, El camino a la Tierra Media, Minotauro, 2002
- J.R.R. Tolkien, On Fairy-Stories, 1947
- Michael Martinez, "Was Tolkien a Racist?", middle-earth.xenite.org
- Peter Kreeft, The Philosophy of Tolkien, Ignatius Press, 2005
- El Señor de los Anillos, J.R.R. Tolkien, Minotauro, 2006
- El Silmarillion, J.R.R. Tolkien, Minotauro, 2002