Pocos escritores han experimentado una vida marcada por el dolor, la pérdida y la guerra como John Ronald Reuel Tolkien.
Sin embargo, lejos de replegarse en la desesperanza, Tolkien cultivó una espiritualidad profunda, concreta y silenciosa, modelada desde su infancia católica hasta sus últimos días.
Esta vida interior —intensa pero reservada— no fue una evasión de los horrores del mundo, sino una forma de vivirlos con sentido y esperanza.
Una fe templada desde la infancia
La fe de Tolkien se cimentó temprano. Tras la muerte de su padre en Sudáfrica y luego la de su madre Mabel, cuando él tenía solo doce años, Ronald quedó huérfano. Fue entonces que el sacerdote franciscano Francis Morgan se convirtió en su tutor legal y guía espiritual.
Tolkien nunca olvidó el sacrificio de su madre, quien aceptó el aislamiento familiar tras su conversión al catolicismo, y se refirió a ella como una mártir de la fe¹.
Durante el resto de su vida, el catolicismo no fue para él una etiqueta, sino una forma de estar en el mundo: oraba a diario, frecuentaba la misa y se confesaba con regularidad.
En una carta a su hijo Michael, le aconseja mantener la comunión semanal y la devoción al Rosario como anclas espirituales ante el caos del mundo².
La fe frente al infierno: la I Guerra Mundial
Tolkien fue testigo de la desintegración del alma humana en las trincheras del Somme, donde sirvió como teniente de señales. Allí perdió a dos de sus amigos más íntimos del grupo T.C.B.S., G.B. Smith y Rob Gilson.
Aunque quedó profundamente marcado por esta experiencia, Tolkien se negó a ceder al nihilismo.
En una reflexión años después, escribió: “La guerra me enseñó algo de la esencia del heroísmo y del mal, pero también del amor cristiano y del consuelo espiritual”³.
Su método para sobrellevar la devastación no fue la negación, sino la elaboración artística y espiritual: durante la convalecencia empezó a escribir los Lost Tales, germen de su legendarium.
El sufrimiento como camino de redención
A lo largo de su vida, Tolkien meditó profundamente sobre el sufrimiento. En sus cartas describe el dolor no como algo que deba evitarse, sino como un misterio que, vivido en fe, puede adquirir sentido redentor.
Para él, el mal no tenía la última palabra; la gracia —aunque oculta— siempre estaba obrando.
Tolkien veía el mal no como un error ontológico o una falta de ser, sino como un desgarramiento real, pero subordinado en última instancia a la Providencia. Aquí se aproxima a san Agustín y al "felix culpa":
“Dios es el Señor, y todos nuestros intentos de rebelión están condenados a transformarse, finalmente, en instrumentos de su gloria” (Carta 156)⁴.
En una misiva a su hijo Christopher durante la Segunda Guerra Mundial, le anima a rechazar el cinismo: “La desesperanza es uno de los instrumentos más poderosos del Enemigo”⁵.
Hábitos espirituales: oración, silencio y liturgia
El ritmo espiritual de Tolkien era metódico.
Se levantaba temprano, oraba a diario y procuraba la comunión frecuente. Su fe no era ostentosa: no hablaba de religión a menos que le preguntaran, pero sus hijos sabían que esa fe estaba en el centro de su vida.
Holly Ordway señala que su forma de orar era “como respirar: invisible, constante, necesaria”⁶.
Era particularmente devoto de la Virgen María. En una carta confidencial, dice:
“Todo lo bueno que he conocido en la vida me ha venido por medio de Ella”⁷.
Le atribuía su recuperación tras la guerra, la conversión espiritual de su esposa y hasta la inspiración literaria. En sus borradores inéditos llega a decir: "Ella es la única figura completamente humana, glorificada ya, en la que podemos encontrar reposo".
Además, su aprecio por la liturgia fue clave. Consideraba la misa como un “eco terrenal de la eternidad” y lamentó profundamente las reformas posconciliares que, en su opinión, banalizaban el misterio.
Esta tensión aparece en una carta de 1967, donde describe el cambio litúrgico como una “herida profunda” a su sensibilidad espiritual⁸.
Escribir como acto espiritual
Para Tolkien, escribir era también una forma de oración. En su ensayo On Fairy-Stories, desarrolla el concepto de sub-creación: el artista participa de la obra divina al crear mundos que reflejan la verdad, la bondad y la belleza. Esta idea es esencial para entender cómo su espiritualidad se entreteje con su literatura.
La eucatástrofe, ese giro inesperado hacia el bien, representa su visión teológica del sufrimiento redimido: “La eucatástrofe no niega el dolor, pero lo trasciende. Es la alegría evangélica que niega la derrota final”⁹.
Frente a una segunda guerra: padre y creyente
Durante la Segunda Guerra Mundial, Tolkien vivió con ansiedad el alistamiento de sus hijos. Pero nunca dejó que el miedo lo paralizara.
En lugar de ello, les escribía cartas cargadas de fe, exhortándolos a la oración y a confiar en la Providencia. Les recordaba que su deber como cristianos no era evitar la guerra, sino vivirla con dignidad moral.
En una carta de 1944, reflexiona: “Podemos ser llamados a tiempos oscuros. Pero no se nos pide que los entendamos, solo que los soportemos con fidelidad”¹⁰. Y también: "Rezar cuando no se siente nada es el verdadero heroísmo. Como Frodo caminando sin esperanza, uno sigue caminando hacia la luz".
Perseverancia silenciosa
Tolkien no pretendía ser un santo ni un teólogo.
Era un hombre profundamente humano, con dudas, cansancios y fragilidades. Pero su perseverancia en la fe, incluso en la oscuridad, es lo que le da consistencia espiritual. En lugar de grandes gestos, optó por la fidelidad cotidiana: la misa, la confesión, la familia, el trabajo.
Tolkien encarnó la vocación del laico católico: vivir la santidad en lo cotidiano. Enseñar, corregir exámenes, escribir a sus hijos, amar a su esposa... Todo eso era, para él, parte de su fidelidad a Dios.
Como Sam, fue fiel en lo pequeño.
En sus últimos años, vivió con sobriedad los dolores del cuerpo y la soledad tras la muerte de Edith. Sin embargo, jamás abandonó su vida espiritual. Murió con los sacramentos, acompañado por el símbolo que más amaba: el amor fiel, probado por el sufrimiento.
Referencias
- Tolkien’s Faith: A Spiritual Biography, Holly Ordway, cap. 1
- Carta a Michael Tolkien, The Letters of J.R.R. Tolkien, n.º 250
- Tolkien’s Faith, cap. 4
- Carta 156, The Letters of J.R.R. Tolkien
- Carta 66, a Christopher Tolkien
- Tolkien’s Faith, cap. 6
- Carta privada, The Letters of J.R.R. Tolkien
- Carta 306, The Letters of J.R.R. Tolkien
- On Fairy-Stories, ensayo en Tree and Leaf, 1964
- Carta 71, The Letters of J.R.R. Tolkien