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Durante la pandemia, tuve la suerte de charlar un rato con Eduardo Segura, el mayor experto en la vida y obra de J.R.R. Tolkien, no solo en nuestro idioma, sino a nivel mundial.
Fue traductor de los libros, consultado por Peter Jackson y la serie The Rings of Power, académico y divulgador de su obra.
En la charla dijo algo que me retumbó y aún hoy resuenan: “Tolkien es Niggle”. O “Niggle es Tolkien”.
Y por eso hoy quiero hablarte de ese pequeño libro, pero precioso: “’Hoja’ de Niggle’”.

Si no lo has leído, te cuento brevemente de qué va.
Niggle es un pintor, que comienza pintando la hoja de un árbol, y poco a poco, dejandóse llevar, termina pintando un árbol, con su montaña, y un paisaje… siendo interrumpido constantemente por su vecino.
Pero Niggle sigue obsesionado con su pintura: le urge terminar antes de hacer algo que no puede evadir y es la única forma que tiene de trascender luego de emprender dicha misión.
No hace las cosas del día a día por centrarse en la perfección de su obra, y no quiere comenzar lo que debe, sin terminarla antes.
El nombre no fue elegido al azar: en el Oxford English Dictionary, “to niggle“, significa “trabajar o pasar el tiempo innecesariamente en detalles mezquinos … para estar sobre-elaborado en puntos menores”.
¿Te suena?
Tolkien era igual.
Escribió esta historia en 1939 y la publicó en 1945, justo al terminar la II Guerra Mundial. Cuando la escribió, se encontraba “atascado” en The Lord of the Rings: ‘solo’ llevaba escritos 9 capítulos.
En varias cartas a sus editores, les decía que había vuelto a mecanografiar la novela, y que “faltaba poco”. Llegó a prescindir de la máquina de escribir para escribir a mano y poder corregir de forma más rápida.
Parecía nunca estar satisfecho.
Pero… ¿no quedamos que Tolkien rechazaba las alegorías? ¿Y no es Niggle una alegoría sobre sí mismo y su fe?
¿Tolkien rechazaba las alegorías? (Te sorprenderás)
Algo que (creemos) tenemos muy claro los que leemos al profesor, es que no le gustaba nada el uso de las alegorías.
Pero… Niggle parece ser una alegoría más que evidente, ¿verdad?
El principal ‘pero’ de Tolkien respecto a las alegorías, no eran las alegorías en sí mismas, sino que con ellas limitas las historias a una sola interpretación posible, limitando interpretaciones de los lectores.
Aquí pienso en Tom Bombadil: un misterio que nos ha llevado a miles de debates, en todos los idiomas sobre su origen, naturaleza, etc.
Prefería historias en las que el lector pudiese llevar la historia a sus propias experiencias vitales.
Pero dejo que él mismo lo diga, en la carta 131:
“Me desagrada la alegoría – la alegoría consciente e intencional – sin embargo, cualquier intento de explicar el significado del mito o el cuento de hadas debe usar lenguaje alegórico. (Y por supuesto, cuanto más vida tenga una historia más fácilmente será susceptible de interpretaciones alegóricas: mientras que cuanto mejor se hace una alegoría deliberada, más será aceptable como una historia.)”
Entonces, no estaba en contra de las alegorías: si hay que hacer una, que sea una que funcione bien y que se correspondiese con la vida real, para que pueda tener interpretaciones más profundas y variadas.
Aquí pienso en su “desacuerdo” con C.S. Lewis y su Aslan: era claro que Aslan era Jesucristo, y no hay lugar a más interpretaciones que esa. Por mencionar uno.
Pero mejor le dejo hablar de nuevo, esta vez en el prefacio de El Señor de los Anillos:
“Alegoría e Historia convergen, encontrándose en algún punto de la Verdad. De modo que la única alegoría perfectamente coherente es una vida real; y la única historia plenamente inteligible es una alegoría. E incluso en la imperfecta «literatura» humana, cuanto mejor y más coherente es una alegoría, más fácilmente puede leerse «sólo como una historia»; y cuanto mejor y más estrechamente entretejida está una historia, más fácilmente encuentran alegoría en ella quienes así lo desean. Pero ambas cosas parten de extremos opuestos. Si se quiere, se puede hacer del Anillo una alegoría de nuestro tiempo: una alegoría del destino inevitable que aguarda a todos los intentos de derrotar al poder maligno mediante el poder. Pero eso es sólo porque todo poder mágico o mecánico siempre funciona así. No se puede escribir una historia sobre un anillo mágico aparentemente sencillo sin que eso irrumpa, si realmente te tomas los anillos en serio, y haga que ocurran cosas que ocurrirían, si tal cosa existiera.”
¿Es Niggle la alegoría de la propia vida de J.R.R. Tolkien?
Aquí te pido que me perdones y leas con cautela, es más cosa mía.
Desde que Eduardo me dijo que Tolkien es Niggle, no paro de pensar en que el libro es una alegoría de su propia concepción del mundo según él mismo: su fe más profunda, conectando con su propia experiencia vital.
Más bien, creo que refleja sus propios temores: no terminar su obra, o que ésta no fuese valorada.
Sus propios miedos y dudas sobre la vida, el valor que le damos a las cosas y al tiempo, nuestro deseo de trascender en el tiempo y cómo medir el peso justo de las cosas, es lo que está descubriendo Niggle, al igual que el propio Tolkien.
Me despido con la carta 136, en la que le cuenta a Stanley Unwin, su editor, cómo creó éste pequeño cuento:
“”Esa historia fue lo único que hice en mi vida que no me costara en absoluto ningún esfuerzo. Habitualmente escribo con grandes dificultades e infinitas reescrituras. Desperté una mañana (hace más de 2 años) con esa extraña obra prácticamente acabada en la cabeza. Sólo me llevó algunas horas apuntarla y copiarla luego.”
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