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Primero: el Nobel se gana, se concede. Y no se sabe casi nada de cómo se eligen a los ganadores ni qué criterios se toman en cuenta, hasta pasados 50 años que se haya hecho la “deliberación”.
En 2012 se descubrió que Tolkien fue nominado para el Nobel de Literatura en 1961 por su amigo, el también escritor, C.S. Lewis, y se le nominó por la recién publicada novela “The Lord of the Rings”.
Ese año, el Nobel fue para el escritor yugoslavo Ivo Andric, sobre todo, por “la fuerza épica con la que ha trazado temas y descrito los destinos humanos”.
Los documentos también muestran que el escritor británico Graham Greene – que nunca ganó el Nobel – fue el segundo finalista del jurado, seguido por Karen Blixen, la escritora danesa de Out of Africa.
Entre otros argumentos en contra de Tolkien, fue el de “en modo alguno, a la altura de la narración de más alta calidad”, palabras del jurado Anders Österling.
El mismo, sentencia la “derrota” de Tolkien con esta frase: : “No es parangonable a las narraciones de más alta calidad”.
Y ese es el mal trato que se la ha dado a la obra literaria del profesor, y ya lo dice en muchas ocasiones Eduardo Segura: no solo en este rubro es menospreciado, sino en el mundo académico: no forma parte de los planes de estudios de los Grados en Filología Inglesa.
Todo por la prepotencia de los altos “académicos” que miran la fantasía como un grado de literatura menor asociado a la mentira. Eduardo Segura lo dice así: “Como Gandalf no es comprobable en el mundo real y los hobbits no existen, pues es mentira”, y como es mentira, no merece honores ni galardones, pues no reflejan nada “real” del ser humano”.
Yo me pregunto, más que el nobel, que tampoco dice todo de la literatura ni del “mejor”, es por qué aún hoy, a 60 años de éstas deliberaciones, no se coloca a Tolkien en el sitio que le corresponde en el mundo literario y el académico.
Un saludo, y espero que te haya gustado el artículo de hoy. Cuando se me pase mi crisis de “drama queen” volveré con fuerza.
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