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Dentro de “El Señor de los Anillos”, se describe a Saruman, el malo, el que ya traicionó todo, como alguien de “mente de metal y ruedas”.
Es una posición que permanece a lo largo de todas las obras de J.R.R. Tolkien: su rechazo frontal y tajante frente a la tecnología.
Son los orcos, Saruman, los trasgos, los que crean máquinas y han mezclado razas de hombres y orcos (los Uruk-hai) a costa de la naturaleza y su conexión con la belleza.
Los buenos no. Aragorn, los hobbits, siguen con el estilo de vida más lento y sencillo que te conecta con la naturaleza y te permite disfrutar y vivir la vida.
Pero va más allá de eso: en una entrevista en 1951, sin haber publicado aún “El Señor de los Anillos”, habló sobre dicha obra diciendo que se trataba de “la caída, la mortalidad y la máquina”.
Con la máquina se refería a “todo uso de dispositivos externos en lugar del desarrollo de los poderes o talentos internos inherentes, o incluso al uso de éstos con el motivo corrupto de dominar: arrasar el mundo real o coaccionar otras voluntades. La máquina es nuestra forma moderna más obvia, más relacionada con la Magia de lo que normalmente se reconoce… El Enemigo en formas sucesivas siempre está ‘naturalmente’ preocupado por la Dominación”.
Y ningún avance tecnológico odiaba tanto como los coches.
La relación J.R.R. Tolkien con los coches
Carpenter cuenta que Tolkien tuvo un coche, que vendió muy pronto, y no volvió a tener otro.
En 1932 compró un Morris Cowley, al que apodó ‘Jo’, debido a las primeras dos letras de la matrícula.
Luego de aprender a conducir, llevó a su familia (Carpenter dice que a todos, pero otros dicen que solo unos cuantos) a visitar a su hermana Hilary a su granja de Everham.

Durante el viaje sufrió dos pinchazos y un accidente, por lo que Edith Tolkien se negó a volver a subir a un coche.
Si pensabas que la conducción de Tolkien era tranquila… estás equivocado. Carpenter dice que era mucho más atrevido y solía acelerar en la calle principal de Oxford ignorando a los demás coches.
Tuvo un segundo coche que dejó de utilizar cuando comenzó el racionamiento de gasolina en la II Guerra Mundial, allá por 1939.
Además, Tolkien vio cómo las carreteras estaban destruyendo los paisajes y lo que provocaba el motor de combustión interna.
En una carta de 1944 escribiría:
Ahora es pleno mayo por los árboles y la hierba. Pero los cielos están llenos de rugido y alboroto. Ahora ni siquiera se puede mantener una conversación a gritos en el jardín, salvo entre la 1 am y las 7 pm, a menos que el día sea demasiado desagradable para salir. Cómo desearía que nunca se hubiera inventado el motor de “combustión infernal”. O (más difícil aún, ya que la humanidad y los ingenieros en especial son tontos y maliciosos por regla general) que se le podría haber dado usos racionales, si es que se le hubiera dado alguno.
Este odio lo compartía C.S. Lewis, que escribió:
“No creo que la mitad de ellos (las personas en automóviles) sepan adónde van, o por qué van allí, o lo sabrían si llegaran allí”.
En algunas entrevistas, decía que se iba a destruir Oxford para dar cabida a los coches.
Tampoco es que estuviese tan equivocado.
¿Está la fantasía en contra de la tecnología?
No solo C.S. Lewis o J.R.R. Tolkien rechazan la tecnología dentro de sus obras.
En el mundo mágico de Harry Potter, los magos no utilizan la tecnología en ningún momento, son los muggles quiénes lo hacen. Y vemos la fascinación que tiene Arthur Weasley por la ‘tecnología muggle’.
Neil Gaiman nos pone en el mismo conflicto: en “American Gods”, los dioses luchan contra los dioses del Nuevo Mundo: la tecnología.
Incluso Stephen King lo hace. En “The Stand”, el malo reúne sus fuerzas en Las Vegas.
Dentro de El Señor de los Anillos, el Anillo Único es la tecnología: sin él, Sauron no es más que una presencia, jamás está completo, pues el dueño de la tecnología, es dueño del poder.
Y el poder, somete.
Pero Tolkien no rechazaba la tecnología solo por rechazarla.
En distintas entrevistas mencionó sus ventajas: para preservar la cultura y la historia, para conectar a las personas, para crear sociedades más justas.
Lo que rechazaba Tolkien, es el uso de la tecnología: en una entrevista a Naomi Mitchison, en 1954, advertía de la importancia de la creatividad humana frente a la automatización y la tecnología.
70 años después tenemos ese debate con la inteligencia artificial.
Cuando la tecnología ocupa todo el espacio de la vida, es un problema y no una ventaja.
Usar Chatgpt para escribir más, es bueno. Usar chatgpt para escribir por ti, no es bueno. Es engañar. Por poner un ejemplo vigente en 2024.
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