En el legendarium de J.R.R. Tolkien, ningún evento posee un impacto geográfico, histórico y simbólico tan devastador como la caída de Beleriand. Esta región mítica, escenario principal de la Primera Edad de la Tierra Media, desapareció casi por completo bajo el mar tras la Guerra de la Cólera, cuando los Valar descendieron desde Aman para derrotar definitivamente a Morgoth. La magnitud de esta transformación continental supera cualquier catástrofe posterior en la mitología tolkieniana: ciudades milenarias, fortalezas inexpugnables, ríos sagrados, montañas que tocaban las nubes y reinos enteros yacen ahora sepultados bajo las olas del océano occidental.
Beleriand: anatomía de un continente perdido
Beleriand ocupaba el noroeste de la Tierra Media durante la Primera Edad, extendiéndose aproximadamente 550 millas desde las costas de Eglarest hasta las Montañas Azules, según las mediciones precisas establecidas por J.R.R. Tolkien en The Nature of Middle-earth (2021). Esta región funcionaba como hogar de los Elfos Sindar bajo el reinado de Thingol, los Edain (primeros hombres), los enanos de las Montañas Azules y, tras el regreso del exilio, los orgullosos Noldor de Valinor1.
La complejidad geográfica de Beleriand rivalizaba con cualquier continente real. Sus regiones principales incluían Doriath, Hithlum, Nevrast, Ossiriand, Thargelion, Dimbar, Lothlann, Nan Dungortheb, Brethil, y docenas de territorios menores, cada uno con identidad cultural, geográfica y mitológica propia. El sistema hidrográfico estaba dominado por el gran río Sirion, que atravesaba la región de norte a sur, y por el Gelion con sus siete tributarios en el este. La destrucción de Beleriand significó la pérdida irreversible de un mundo entero, con todas sus complejidades políticas, culturales y geográficas.
La Guerra de la Cólera: mecánica del cataclismo continental
El cataclismo que destruyó Beleriand fue la Guerra de la Cólera (Años de los Árboles 545-587), un conflicto apocalíptico de cuarenta y dos años entre los ejércitos combinados de Valinor y las huestes de Morgoth. La devastación fue tan colossal que alteró permanentemente la geografía de Arda. Según el relato de Tolkien, los combates implicaron no solo ejércitos terrestres sino dragones alados, Balrogs, y la intervención directa de los Valar2.
El momento catalítico llegó con la muerte de Ancalagon el Negro, el mayor de todos los dragones, cuya caída sobre Thangorodrim desencadenó convulsiones geológicas que se extendieron por todo el continente. Las fuentes académicas indican que Tolkien concebía esta destrucción operando en múltiples niveles: físico, metafísico y espiritual. La corrupción que Morgoth había difundido por Arda durante milenios se concentró en Beleriand, requiriendo una purificación total que solo el hundimiento continental podía lograr3.
Los efectos geológicos fueron precisos y permanentes: ríos cambiaron su curso, cadenas montañosas se fracturaron, y el mar occidental avanzó implacablemente, cubriendo tierras que habían sido habitadas durante miles de años. Las Ered Luin (Montañas Azules) se partieron, creando el Golfo de Lune que dividiría para siempre Lindon en Forlindon y Harlindon4.
Los grandes reinos sepultados: geografía del poder perdido
Doriath y el esplendor de Menegroth

Doriath, el «Reino Cercado» gobernado por Thingol y protegido por la Cintura de Melian, representaba el corazón espiritual y político de los Elfos Sindar. Su capital, Menegroth, conocida como las «Mil Cavernas», constituía una maravilla arquitectónica sin paralelo: un palacio subterráneo tallado por los enanos de Nogrod en las orillas del río Esgalduin, decorado con joyas de las bóvedas de Elfinesse5.
Aunque Doriath fue destruida antes de la Guerra de la Cólera – primero por los enanos de Nogrod tras la muerte de Thingol, luego por los hijos de Fëanor en su búsqueda desesperada de los Silmarils – sus ruinas fueron posteriormente tragadas por el mar durante el hundimiento final. Los restos de Menegroth, con sus salas resonantes y pilares de piedra labrada, yacen ahora en las profundidades oceánicas junto con los tesoros que no pudieron ser evacuados.
Nargothrond: la ciudadela subterránea

Fundada por Finrod Felagund siguiendo el modelo de Menegroth, Nargothrond era una ciudad-fortaleza excavada en las orillas rocosas del río Narog. Sus cámaras se extendían profundamente bajo tierra, conectadas por túneles que emergían secretamente en diversos puntos del valle. La ciudad prosperó durante siglos como centro de resistencia noldorin contra Morgoth, hasta su caída tras el ataque de Glaurung, el Padre de los Dragones6.
Tras la devastación causada por Glaurung, Nargothrond quedó prácticamente despoblada, aunque algunas de sus cámaras más profundas permanecieron intactas. Durante la Guerra de la Cólera, estos restos fueron finalmente cubiertos por las aguas, sellando para siempre los tesoros que Glaurung no había reclamado y los últimos vestigios de la gloria noldorin en Beleriand occidental.
Gondolin: la ciudad oculta

Gondolin, la «Roca Oculta» construida por Turgon en el valle secreto de Tumladen, representaba el último bastión de la resistencia élfica antes de la llegada de los ejércitos de Valinor. Protegida por las Montañas Circundantes (Echoriath) y oculta durante siglos mediante encantamientos, la ciudad poseía las más altas torres y las defensas más sofisticadas de todo Beleriand7.
La traición de Maeglin permitió a Morgoth localizar y destruir la ciudad en el Año 510 de la Primera Edad, pero el valle de Tumladen y las ruinas de las torres góndolinenses también desaparecieron bajo las aguas durante el hundimiento posterior. Según Cuentos Inconclusos, algunas torres de Gondolin eran visibles aún durante las primeras décadas de la Segunda Edad, como faros espectrales emergiendo del nuevo mar, antes de ser finalmente engullidas (Unfinished Tales, J.R.R. Tolkien, ed. Christopher Tolkien, 1980, George Allen & Unwin*).
Thangorodrim y Angband: el epicentro del mal
Thangorodrim, las «Montañas de la Opresión», eran tres picos volcánicos que se alzaban sobre Angband, la fortaleza-prisión de Morgoth. Estas montañas, posiblemente las más altas de la Tierra Media con una altura estimada de 35,000 pies según análisis topográficos académicos, fueron literalmente pulverizadas durante la batalla final4.

Angband, la «Prisión de Hierro», funcionaba como un complejo industrial subterráneo masivo donde Morgoth forjaba sus ejércitos de orcos, trolls y dragones. Las excavaciones se extendían millas bajo tierra, con forjas que funcionaban día y noche alimentadas por fuegos subterráneos. Cuando los Valar destruyeron Thangorodrim, sellaron definitivamente Angband con rocas fundidas y tierra, aunque el área completa fue posteriormente inundada, creando una tumba acuática definitiva para la sede del mal primordial2.
Las regiones perdidas: territorios menores de gran significado
Las bocas del Sirion: último refugio
En las desembocaduras del gran río Sirion se estableció el último bastión de refugiados élficos y humanos durante los años finales de la Primera Edad. Aquí vivieron Tuor e Idril tras escapar de Gondolin, y desde aquí partieron Elwing y posteriormente Eärendil en sus viajes que culminarían en la llegada de los ejércitos de Valinor. Las bocas del Sirion sirvieron como puerto natural donde se construyeron las naves que llevaron a los supervivientes hacia el oeste2.

La región poseía una significación geográfica y simbólica especial: representaba el punto donde las aguas dulces de Beleriand se encontraban con el océano occidental, simbolizando la transición entre el mundo mortal y las Tierras Imperecederas. Su inundación marcó literalmente el fin de una era, ya que eliminó el último punto de contacto terrestre entre Beleriand y Valinor.
Dor-lómin: tierra de los hombres del norte
Dor-lómin, la «Tierra de los Ecos», era el feudo otorgado por Fingolfin a Hador Lórindol, convirtiéndose en el hogar ancestral de la Casa de Hador. Esta región montañosa del norte albergó a generaciones de hombres valientes, incluyendo a Húrin, Huor, y el trágico Túrin Turambar. Los paisajes de Dor-lómin se caracterizaban por lagos glaciales, bosques de pinos y verdes pastos donde pastaban los famosos caballos de la Casa de Hador8.

Tras la Nirnaeth Arnoediad (Batalla de las Lágrimas Innumerables), Dor-lómin fue ocupada por los Orientales, aliados de Morgoth, convirtiendo la región en tierra hostil para sus habitantes originales. La posterior inundación eliminó tanto las glorias como las tragedias de esta tierra, sumergiendo para siempre los halls donde resonaron las voces de los grandes héroes de los Edain.
Nevrast: la costa septentrional
Nevrast, «Hither Shore» o «Costa Cercana», era la región costera occidental donde Turgon estableció su primer reino antes de fundar Gondolin. Su capital, Vinyamar, se alzaba sobre acantilados que miraban hacia el océano occidental, sirviendo como punto de contacto entre los Noldor y las influencias marítimas de Ulmo, el Señor de las Aguas7.
Fue en Nevrast donde Ulmo se apareció a Tuor, iniciando la cadena de eventos que conduciría al descubrimiento de Gondolin y, finalmente, a la llegada de la ayuda desde Valinor. Las costas de Nevrast, con sus cuevas marinas y acantilados resonantes, proporcionaron el escenario para uno de los encuentros más significativos entre los poderes divinos y los mortales en toda la historia de la Tierra Media.
Falas: los puertos perdidos
La costa occidental de Beleriand, conocida como Falas, albergaba los importantes puertos élficos de Brithombar y Eglarest, defendidos por Círdan el Carpintero de Barcos. Estos puertos funcionaron durante siglos como centros de construcción naval y comercio marítimo, conectando Beleriand con las islas y tierras del oeste9.
Aunque Morgoth destruyó ambos puertos durante la guerra, sus habitantes fueron evacuados a la Isla de Balar bajo la protección de Círdan. Las ruinas de estos puertos, con sus muelles de piedra labrada y astilleros donde se construyeron las primeras naves élficas, fueron tragadas por las mismas aguas que una vez surcaron los barcos allí construidos.
Brethil: el bosque de los Haladin
El bosque de Brethil, hogar del pueblo de los Haladin (la más pequeña de las tres casas de los Edain), se convirtió en refugio para Túrin Turambar durante sus años como capitán de bandoleros. Este bosque montañoso, ubicado entre los ríos Teiglin y Sirion, presenció algunos de los eventos más trágicos de la historia de Túrin, incluyendo su muerte final en la piedra Cabed-en-Aras6.
La geografía de Brethil incluía claros ocultos, arroyos serpenteantes y la fatídica garganta del Teiglin donde Glaurung encontró su muerte. Estos paisajes, cargados de memoria y tragedia, desaparecieron durante la inundación, llevándose consigo los últimos vestigios físicos de la saga más sombría de la Primera Edad.
Lugares adicionales de significación perdida
Lothlann: las llanuras de las flores
Lothlann, «Plain of Flowers» o «Llanuras de las Flores», era una vasta región al este de Hithlum que servía como zona agrícola vital para los asentamientos norteños. Durante la primavera, estas llanuras se cubrían de flores silvestres que podían verse desde las almenas de las fortalezas circundantes, proporcionando un respiro visual de belleza en medio de las sombrías tierras fronterizas10.
La región fue devastada durante la Dagor Bragollach (Batalla de la Llama Súbita) cuando los ejércitos de Morgoth rompieron el cerco, pero había comenzado a recuperarse lentamente durante las décadas posteriores. Su inundación final eliminó no solo un paisaje de gran belleza natural sino también tierras agrícolas cruciales que habían sostenido a miles de habitantes.
Nan Dungortheb: el valle de la muerte espantosa
Nan Dungortheb, el «Valle de la Muerte Espantosa», era una región de horror sobrenatural situada entre Doriath y las tierras de Himring. Este valle estaba habitado por Ungoliant y sus monstruosas descendientes tras la huida de la gran araña después de atacar los Árboles de Valinor. Las telarañas gigantescas que cubrían el valle creaban un laberinto mortal donde pocos se atrevían a aventurarse11.
La existencia de Nan Dungortheb representaba una herida en la geografía misma de Beleriand, un lugar donde la corrupción de Morgoth y Ungoliant había alterado fundamentalmente la naturaleza del terreno. Su destrucción durante la inundación puede verse como una purificación necesaria, eliminando una fuente de mal que había persistido durante milenios.
Ossiriand: la tierra de los siete ríos
Ossiriand, la «Tierra de los Siete Ríos», era la región más oriental de Beleriand, caracterizada por los siete tributarios del río Gelion: Ascar, Thalos, Legolin, Brilthor, Duilwen, Adurant, y el propio Gelion. Esta región era el hogar de los Elfos Verdes (Laiquendi), liderados por Denethor, y posteriormente proporcionó refugio a Beren y Lúthien tras su huida de Doriath3.
Únicamente la porción occidental de Ossiriand sobrevivió a la inundación, convirtiéndose en Lindon durante la Segunda Edad. Los ríos orientales y la mayor parte de la región, incluyendo Tol Galen (la «Isla Verde» donde vivieron Beren y Lúthien), desaparecieron bajo las aguas, llevándose consigo paisajes que habían permanecido prácticamente inalterados desde el despertar de los Elfos.
Fortalezas y lugares estratégicos
Barad Eithel, la «Torre del Pozo», controlaba los manantiales de Eithel Sirion donde nacía el gran río. Esta fortaleza élfica comandaba rutas comerciales vitales y servía como centro de comunicaciones entre los reinos del norte y el oeste.
Amon Ereb, la «Colina Solitaria», funcionaba como refugio y fortaleza para los hijos supervivientes de Fëanor tras sus derrotas sucesivas. Su posición elevada proporcionaba vistas panorámicas sobre las tierras circundantes y servía como último bastión noldorin en Beleriand oriental.
Eithel Sirion, los manantiales sagrados donde nacía el río principal de Beleriand, poseían significación tanto estratégica como espiritual. Las aguas cristalinas que brotaban de esta fuente habían sido bendecidas por Ulmo, proporcionando poder protector a quienes bebían de ellas.
Lo que sobrevivió: vestigios de un mundo perdido
Aunque la devastación fue casi completa, algunos elementos geográficos lograron sobrevivir al cataclismo, sirviendo como recordatorios melancólicos de la grandeza perdida.
Himring, originalmente una gran colina fortificada defendida por Maedhros, vio su cima emerger como la isla de Himling en el nuevo mar. Esta isla solitaria, azotada por vientos oceánicos, mantiene los restos de las fortificaciones élficas, ahora colonizadas por aves marinas que anidan entre las piedras labradas2.
Tol Morwen, la tumba de Morwen y Túrin, permanece como una isla pequeña pero permanente, cumpliendo la profecía de que «la piedra perdurará aunque el mar cubra toda la tierra». Esta isla memorial, cubierta por una única losa de piedra, se alza como monumento silencioso a la tragedia de la Casa de Húrin.
Lindon, la porción occidental superviviente de Ossiriand, se convirtió en el último reino élfico en la Tierra Media, dividido por el Golfo de Lune en Forlindon (al norte) y Harlindon (al sur). Desde aquí, Gil-galad gobernaría durante la Segunda Edad, y desde aquí partirían finalmente los últimos Elfos hacia Valinor.
Las Ered Luin (Montañas Azules) mantuvieron sus picos principales, aunque fracturadas por el Golfo de Lune. Estas montañas conservaron las mansiones enanas de Nogrod y Belegost hasta que fueron finalmente abandonadas, con sus habitantes emigrando hacia Khazad-dûm en las Montañas Nubladas.
Resonancia mitológica: Beleriand en el contexto cultural universal
El hundimiento de Beleriand no representa un evento aislado en la imaginación tolkieniana sino que conecta con tradiciones mitológicas profundamente arraigadas en la cultura occidental. La investigación académica ha identificado múltiples influencias que Tolkien sintetizó para crear su cataclismo continental12.
La influencia atlántica
Tolkien experimentaba sueños recurrentes sobre «la Ola ineluctable» que «sale del mar tranquilo en dirección a las tierras verdes», sueños que describe en varias cartas como profundamente perturbadores y que influyeron directamente en su concepción del hundimiento de Númenor y, retroactivamente, de Beleriand13.
La conexión con la Atlántida platónica es explícita: ambas representan civilizaciones de poder y sabiduría excepcionales destruidas por su propia hybris. Sin embargo, Beleriand difiere crucialmente en que su destrucción no resulta de la corrupción de sus habitantes sino de su victimización por fuerzas malignas externas.
Tradiciones célticas específicas
Las influencias célticas van más allá de la inspiración general. El nombre original «Broceliand» deriva directamente del bosque de Brocéliande en las leyendas artúricas. Tolkien poseía una biblioteca céltica de más de cien volúmenes adquiridos entre 1920-1926, incorporando específicamente tradiciones del immram irlandés (viajes maravillosos) y estructuras narrativas del Mabinogion galés14.
La tradición galesa de Cantref Gwaelod, la tierra inundada de la Bahía de Cardigan, proporciona un paralelo específico: una región próspera sumergida por negligencia humana, cuyos campanarios aún pueden oírse bajo las aguas durante las tormentas. La tradición bretona de Ker-Ys, la ciudad inundada por los pecados de su princesa, ofrece otro paralelo de tierras perdidas bajo el mar.
El patrón de pérdida y disminución
El hundimiento de Beleriand establece el patrón fundamental de «pérdida y disminución» (diminishment) que caracteriza todo el legendarium tolkieniano. Cada Edad representa una pérdida progresiva de magia, belleza y poder, comenzando con la destrucción del continente más hermoso jamás habitado en la Tierra Media.
Este patrón refleja preocupaciones contemporáneas sobre la pérdida del mundo natural y la conexión con tradiciones ancestrales. La nostalgia inherente en la narrativa tolkieniana – lo que se ha llamado la «tristeza élfica» – encuentra su expresión geográfica más poderosa en las tierras hundidas de Beleriand, cuya belleza solo puede recordarse pero nunca recuperarse.
Dimensión teológica: geografía divina y providencia
La destrucción de Beleriand opera dentro de la cosmología teológica cuidadosamente construida por Tolkien. El legendarium funciona como un «politeísmo monoteísta» donde Eru Ilúvatar mantiene autoridad suprema mientras delega la ejecución de su voluntad a los Valar15.
Ulmo, el Señor de las Aguas, actuó como fuerza geológica consciente durante la transformación. Sus intervenciones – apareciendo a Tuor en Nevrast, guiando a Voronwë hacia Gondolin, inspirando la música que llevaría a Eärendil a Valinor – pueden interpretarse como preparación estratégica para la reconfiguración geográfica posterior. Ulmo posiblemente «talló» canales estratégicos y debilitó barreras geológicas durante siglos, preparando el terreno para el hundimiento controlado que seguiría a la guerra.
La providencia divina se manifiesta en la supervivencia selectiva: Tol Morwen cumple la profecía de Glirhuin sobre que «la piedra permanecería incluso si el mar cubría la tierra», mientras que Himring preserva elementos de la gloria noldorin como recordatorio para edades futuras. Esta supervivencia selectiva no es accidental sino profundamente significativa, preservando elementos específicos necesarios para la continuación de la historia de la Tierra Media.
Análisis geológico: la transformación continental
Los cambios geológicos causados por la Guerra de la Cólera operaron según principios que Tolkien había estudiado durante su formación académica. Sus conocimientos de geología histórica, influenciados por sus estudios en Oxford y su interés en la teoría de la deriva continental (entonces emergente), informan la precisión con que describe la transformación16.
La fractura de las Ered Luin creó el Golfo de Lune mediante un proceso que combina vulcanismo (la destrucción de Thangorodrim) con movimientos tectónicos masivos. La precisión del resultado – la división exacta de Lindon en dos regiones separadas pero viables – sugiere una ingeniería geológica consciente más que destrucción aleatoria.
El hundimiento gradual permitió evacuación selectiva: los Elfos supervivientes tuvieron tiempo de recuperar tesoros, manuscritos y artefactos antes de que las aguas cubrieran definitivamente sus hogares ancestrales. Este aspecto práctico refleja la atención tolkieniana a la continuidad cultural: aunque las tierras se perdieron, el conocimiento y la tradición sobrevivieron para influir en las edades posteriores.
Legado geográfico: influencia en la Tierra Media posterior
La reconfiguración causada por el hundimiento de Beleriand influyó profundamente en la geografía y política de las edades posteriores. Lindon se convirtió en el reino élfico principal durante la Segunda Edad, sirviendo como base para la resistencia contra Sauron y puerto de partida para las intervenciones élficas en Eriador.
El Golfo de Lune funcionó como barrera natural que protegió Lindon de invasiones terrestres, mientras proporcionaba acceso marítimo directo hacia Númenor y, finalmente, hacia Valinor. La geografía post-hundimiento canalizó efectivamente los movimientos de población y las rutas comerciales hacia patrones que persistirían durante toda la Segunda y Tercera Edad.
Las Montañas Azules fracturadas crearon pasos que facilitaron el contacto entre las tierras occidentales y el resto de Eriador, permitiendo que refugiados élficos y enanos se integraran gradualmente en las nuevas configuraciones políticas del oeste de la Tierra Media. Paradójicamente, la destrucción de Beleriand facilitó la unificación eventual de las tierras occidentales bajo reinos más grandes y estables.
Conclusión: el paradigma de la transformación continental
El hundimiento de Beleriand trasciende la mera destrucción fantástica para establecer paradigmas duraderos sobre pérdida, memoria y renovación que resuenan con preocupaciones universales. La precisión geográfica de Tolkien – documentada en mapas, genealogías y cronologías elaboradas a lo largo de décadas – eleva este evento mítico al nivel de historia alternativa convincente.
La investigación académica contemporánea continúa revelando nuevas dimensiones de significado en este cataclismo continental. Estudios recientes en Tolkien Studies y Journal of Tolkien Research exploran conexiones con la ansiedad ambiental contemporánea, la pérdida de paisajes tradicionales europeos durante la industrialización, y la nostalgia por mundos pre-modernos que caracterizan gran parte de la literatura del siglo XX17.
Tom Shippey describe esta destrucción como símbolo definitivo de la pérdida del mundo antiguo, de la belleza y el poder que ya no pueden recuperarse pero cuya memoria permanece para inspirar y advertir a generaciones futuras12. En Beleriand perdido, Tolkien creó no solo una geografía mítica sino un paradigma emocional y cultural que continúa resonando con lectores contemporáneos que enfrentan sus propias pérdidas ambientales y culturales.
Las aguas que cubrieron Beleriand no borraron sino que preservaron: bajo el mar occidental yacen ciudades de belleza incomparable, bosques donde resonaron las canciones más hermosas jamás cantadas, y lugares donde se forjaron los destinos que determinarían toda la historia posterior de la Tierra Media. El Beleriand perdido permanece presente como ausencia, influyendo en todo lo que vino después precisamente porque ya no existe para ser corrompido o disminuido. En su destrucción, alcanzó una forma de inmortalidad que ninguna preservación física podría haber otorgado.
- El Silmarillion, capítulos 10-24, J.R.R. Tolkien, 1977, George Allen & Unwin [↩]
- El Silmarillion, cap. 24, J.R.R. Tolkien, 1977, George Allen & Unwin [↩] [↩] [↩] [↩]
- The History of Middle-earth, vol. 11, J.R.R. Tolkien, ed. Christopher Tolkien, 1994, HarperCollins [↩] [↩]
- The Atlas of Middle-earth, Karen Wynn Fonstad, 1991, HarperCollins [↩] [↩]
- El Silmarillion, cap. 10 y 22, J.R.R. Tolkien, 1977, George Allen & Unwin [↩]
- El Silmarillion, cap. 21, J.R.R. Tolkien, 1977, George Allen & Unwin [↩] [↩]
- El Silmarillion, cap. 23, J.R.R. Tolkien, 1977, George Allen & Unwin [↩] [↩]
- El Silmarillion, cap. 17 y 21, J.R.R. Tolkien, 1977, George Allen & Unwin [↩]
- El Silmarillion, cap. 20, J.R.R. Tolkien, 1977, George Allen & Unwin [↩]
- The Silmarillion Writers’ Guild, «Of Beleriand and Its Realms» [↩]
- Unfinished Tales, J.R.R. Tolkien, ed. Christopher Tolkien, 1980, George Allen & Unwin [↩]
- The Road to Middle-earth, Tom Shippey, 2005, HarperCollins [↩] [↩]
- The Letters of J.R.R. Tolkien, carta 257, J.R.R. Tolkien, 1981, Humphrey Carpenter, George Allen & Unwin [↩]
- Tolkien and the Atlantis Myth, Dr. Philip Irving Mitchell, Dallas Baptist University, accessed 2024 [↩]
- Cosmology of Tolkien’s legendarium, Wikipedia, accessed 2024 [↩]
- The Nature of Middle-earth, J.R.R. Tolkien, ed. Carl F. Hostetter, 2021, HarperCollins [↩]
- Tolkien Studies, West Virginia University Press, 2004-2024 [↩]